Por Juan Pablo Morales Farfán
En Curacaví todos vivimos cerca de una fábrica de dulces y/o Dulcería como se denominaba antiguamente. De allí se escapan olores diferentes que como pueblerinos identificamos sin problemas, son olores que están impresos en nuestro ADN. El suave viento reparte por el pueblo ese característico olor a hojarascas u hojaldras horneadas, despertando en nuestra memoria emotiva el recuerdo de cuando por las tardes salíamos de la escuela fiscal y/o parroquial, recorriendo las dulcerías ubicadas en la avenida principal y pidiendo dulces quebrados.
En todo caso muchos curacavinanos de alguna forma estamos ligados a esta actividad (dulceros), ya sea porque alguna tía, abuela o pariente dieron origen a los CHILENITOS DE CURACAVÍ. No son pocos los que cuando estudiábamos en la enseñanza media trabajábamos en algunas de estas Dulcerías poniendo las hojaldras en las latas para ser horneadas, rellenando, envasando y sellando las bolsas con la llama de una vela, la que posteriormente se convirtió en una selladora o tal vez preparando el pedido.
De repente muy temprano se puede escuchar el ruido de una sobadora y el golpe del cortador metálico de las hojarascas, ya sea para un chilenito o para los conocidos príncipes embetunados. En la actualidad las fábricas de dulces están consolidadas. Los merengues, chilenitos, príncipes, empanaditas de alcayotas y pera recorren distintos locales de norte a sur, e incluso algunos hijos de este pueblo se avecindaron en otras ciudades elaborando los famosos pasteles de Curacaví.
En la década del 60 por lo menos recuerdo que a la salida de hoteles y hosterías se apostaban la Dulceras que vendían los productos, también se podía ver vendedoras con sus canastos recorriendo la calle principal. Generalmente los maseros siempre dejan la cama muy temprano para llegar a la Dulcería cosas que cuando lleguen los cosedores, rellenados etcétera tengan la hojalda lista para trabajar.
Pero los chilenitos también viajaron con algunas familias se fueron a vivir a distintas ciudades, al inicio venían a buscar el producto en cajas plataneras y luego se atrevieron y emprendieron.
Esta semana pudimos ver en un canal de televisión un programa en la Dulcería Las Palmeras, creo que muchos Curacavinanos se conectaron con la emoción, ya que de una u otra forma se está ligado a esta noble actividad de Endulzar la vida de los Chilenos.
¡¡¡Lleve dulces señorita, lleve dulces usted señor, chilenitos, alfajores sin betún y para usted señorita empolvados es lo mejor!!!!!