Por Mariel Norambuena
Esta columna no pretende ser un análisis estadístico; para eso están las noticias y sitios especializados. Simplemente, intentaré plasmar, desde mi más humilde experiencia y opinión, lo que ha significado la tragedia que vive la V Región. Es más bien una manera de entregar, utilizando la herramienta que poseo, el lenguaje, una reflexión honesta y sincera.
Aunque, al parecer, se ha descubierto que los incendios fueron provocados intencionalmente, es una realidad que el 99% se originan por el actuar del ser humano, muchos de ellos por negligencia o descuido. Me sorprende la poca consciencia que tenemos las personas, y me incluyo, sobre la importancia de cuidar nuestro entorno. Una colilla de cigarrillo, una botella dejada al sol, la quema de hojas o la construcción sin las condiciones adecuadas, pueden causar la atrocidad que hemos presenciado los últimos días.
Saber que una persona se despierta envuelta en llamas, que otra intenta escapar, mientras el fuego la alcanza, que mueren animales calcinados y hectáreas de vegetación o ser testigo de cómo una casa se quema, despierta en mí una profunda desolación. Pero también una impotencia que no me permite dormir en paz. Mientras tanto, miles de bomberos, voluntarios todos, realizan sus mayores esfuerzos para salvar lo que sus escasos recursos les permiten. Y no puedo dejar de mencionar la angustia de personas que tienen familiares y amigos desaparecidos, que desesperados buscan entre escombros alguna señal de sus seres queridos.
Y nosotros, quienes no vivenciamos esta catástrofe en carne propia, hacemos algún esfuerzo por cooperar, o ninguno, quejándonos del calor o de la inflación. La quinta región es un lugar castigado de forma injusta por la ignorancia de una sociedad en crisis, en la que reina el individualismo y el sálvese quien pueda. Si tan solo comprendiéramos que nuestra falta de educación en un pequeño acto puede acabar con la vida de decenas, cientos de personas, podríamos hablar de una humanidad en evolución. Por el momento, vuelvo a recalcar, más allá de los culpables materiales, estamos apenas sobreviviendo sumergidos en el idiotismo ególatra de un mundo consumido por nosotros mismos.