Por Luis Sagüés Garay
Nuestro presidente Boric, no termina de sorprendernos, en su gira por Europa, ha invitado a los inversionistas a poner sus capitales en empresas chilenas, animándolos con la frase: ”una parte de mi quiere derrocar al capitalismo” objetivo por lo demás muchas veces anunciado por él. ¿Alguien puede pensar que hay un solo inversionista que va a poner sus valores, en un país administrado por alguien que quiere derechamente hacerle perder su riqueza? Increíble.
¿Cuántos millones de chilenos tendrán que pagar con altas cifras de cesantía estos públicos dislates? El país se arruina, gran parte de los capitales que movían la economía y producían grandes fuentes de trabajo, están paralizados: ejemplo, la construcción.
Estos costosísimos viajes en vez de servir para activar nuestra alicaída economía, sólo sirven para deprimirla aún más.
Ha manifestado que quiere convocar a toda la elite política, pero muy especialmente a los partidos de la oposición a “firmar un acuerdo que condene el golpe de estado y las posteriores y masivas violaciones a los derechos humanos cometidas en dictadura”
Hay que considerar que, lo que él llama golpe de Estado, evitó una guerra civil, donde al decir del propio Allende, habría un millón de muertos. El pronunciamiento Militar, solicitado por la inmensa mayoría el pueblo chileno, fue la consecuencia y no la causa de este pronunciamiento. Provocado por un gobierno marxista, que además de la lucha armada entre chilenos que invocaban los partidos de la UP, llevaría al país, como lo dijeron en todos los medios de comunicación, a una dictadura del proletariado como en la Cuba de Fidel Castro.
Esta acción coordinada de las FF. AA y de Orden fue la consecuencia inevitable, de la trágica experiencia del gobierno marxista de la unidad popular.
Boric, expone con orgullo ser admirador de la nefasta experiencia de Allende y sus partidos. El mandatario socialista hizo un acuerdo -similar al que quiere hoy reeditar el actual, con, en aquel entonces partido Demócrata Cristiano – de, respetar la Constitución y las leyes, para ser elegido presidente por el Congreso. Este compromiso solemne, el mandatario lo desahució públicamente ante las cámaras de televisión, frente a un periodista francés, que lo entrevistaba, a pocos días de haber sido ungido por el parlamento, con los votos de los ingenuos DC.
¿Alguien podría pensar que este mandatario actual, admirador e imitador, de aquel, ícono de sus campañas, el finado de la unidad popular, cumplirá su promesa?
Impensado.