Por Luis Sagüés Garay
Aún no se apagan los escándalos de la corrupción con que nos ha impresionado el caso de “las fundaciones “porque siguen apareciendo situaciones parecidas, no ya sólo en Antofagasta sino en otras regiones del país que involucran muchos millones de pesos. Se ha visto oído y leído en distintos medios, fundadas opiniones de representantes de la izquierda, comentando esta situación y calificándola de “crisis moral “, que se vendría arrastrando desde finales del siglo XlX. Denunciada con estrépito por el brillante orador don Enrique Mac Iver, en un conocido discurso en el parlamento de su época (1900). También otros estudiosos y críticos de la realidad de aquellos años, como el profesor Alejandro Venegas en su libro “Sinceridad”, expusieron esta y otras falencias de la sociedad de aquel tiempo. El tema no es una novedad. Lo que es novedoso y muy preocupante es la juventud de los protagonistas de esta situación. Son muchachos, aparentemente - y no podemos condenarlos- antes de saber todos los pormenores de los hechos. Pero sobre lo ya conocido, se observa una clara manifestación hacia el abuso e incluso delito en el manejo de los fondos públicos. Estas organizaciones (fundaciones) que tenían la aparente fachada de instituciones que recibieron dineros del Estado, para hacer determinadas obras en beneficio de los más necesitados, terminaban utilizando estos fondos en fines absolutamente diferente a los que justificaron el aporte. Incluyendo buenos sueldos, a los que participaban en las acciones de estas organizaciones. Cuando se habla de una “crisis moral”, que ha llegado a corromper a muchachos en los cuales una importante cantidad de ciudadanos cifraron sus esperanzas, uno se pregunta ¿de dónde parte esta destrucción del ideal juvenil, tan bien expuesto en Ariel, inmortal ensayo del filósofo escritor uruguayo José Enrique Rodó?
Chile y es bueno mencionarlo aquí aunque muy sucintamente, viene acrecentando esta crisis moral, valórica, desde mediados del siglo XlX, en que un grupo importante de destacados intelectuales, fomenta la senda de separar los valores éticos morales de la cultura judea cristiana, representados por la Iglesia Católica, reemplazándolos por una concepción valórica relativista, muy cercana al liberalismo ateo materialista, amparada por la creencia, que la razón a través de la ciencia, podía solucionar todos los problemas materiales y espirituales del hombre. Esta ideología quiere sustituir lo que el insigne historiador Gonzalo Vial Correa define en su “Historia de Chile 1891 a 1920”, como el “iImago mundi” del chileno de aquella época (la razón de ser) que anima a la trascendencia del cristiano. Afortunadamente, esta tendencia -materialista- a pesar de haber sido impulsada por los gobiernos liberales y posteriormente radicales no logró su objetivo. Pero dejó en nuestra formación valórica un tremendo vacío. Que ha sido llenado por un materialismo hedonista liberal socialista, que tiene gran influencia en nuestra juventud actual. Y que se traduce como en este gobierno, en el empeño de construir sociedades sin Dios, como define San Juan Pablo ll, al intento del marxismo en los países de la fracasada URSS. Cuya réplica en nuestra América es, Cuba y Venezuela.