Por Luis Sagüés Garay
En la casa de la Hacienda San Agustín de Puñual en Ninhue, pueblito del secano interior, en aquel entonces, provincia de Maule, nace un pequeño niño “de complexión raquítica y endeble “como lo describe su tío materno Jacinto Chacón, pero que cambiaría los destinos de la Guerra del Pacífico, que protagonizaron Chile contra Bolivia y Perú.
La historia describe al héroe como un muchacho de expresión melancólica introvertido. Tenía una sólida formación patriótica. Su abuelo materno Jacinto Chacón Barry, tuvo una tienda en Santiago en la calle que pasaba detrás de la Catedral, equina de Compañía. En este lugar siempre flameó, la bandera chilena, razón por la cual la costumbre bautizó como Calle de la Bandera.
Gonzalo Bulnes P., hace una síntesis magistral del héroe” Después de su muerte, su vida fue objeto de investigaciones prolijas, y de ellas se destaca en líneas severas, una personalidad moral completa, en el hogar, a bordo del buque en el servicio. Sus horas de descanso las dedicaba al estudio, y siendo oficial de marina recibió el título de abogado. No hay una sola nota en su carrera, desde que entra a la Escuela Naval hasta que manda la “Esmeralda”, que no acredite buena conducta, control de sí mismo, seriedad.
Era modesto de carácter, sobrio de palabras, de maneras sencillas, sin un matiz de fanfarronería.”
Su inmenso arrojo, lleno de coraje y total entrega, han inmortalizado su grito de combate “Al abordaje muchachos” son palabras impresas a fuego, en la conciencia popular chilena. Nadie en este pequeño suelo, queda insensible al escucharlas.
La tremenda epopeya del 21 de Mayo, ha quedado inmortalizada, no solamente en el pueblo que la vivió, sino también internacionalmente. Los marinos de la fragata británica Tourquoise, -que presenciaron el insigne combate- hicieron extraer a sus busos un trozo de madera de la Esmeralda, labraron con él una cruz, y se la enviaron al “bravo comandante Condell “admiradores del glorioso combate de la Esmeralda y Covadonga, expresándole: “Los oficiales del buque de Su Majestad Británica Tourquois, admiradores del glorioso combate de la “Esmeralda y Covadonga” sin ejemplo en los fastos navales”.
El prestigioso diario Times de Londres publicó: Este es uno de los combates más gloriosos que jamás haya tenido lugar. Un viejo buque de madera, casi cayéndose a pedazos, sostuvo la acción durante tres horas y media, contra una batería de tierra y un poderoso acorazado, y concluyó con su bandera al tope. Similares juicios se hicieron públicos España, Alemania y Japón.
Pero el efecto en el sentir del pueblo chileno, fue mucho más poderoso, la ciudadanía -hasta ese momento indiferente a una guerra librada muy lejos de su territorio - se inflamó de espíritu patriótico, y llenó los cuarteles de voluntarios que, dejando sus obligaciones más queridas, se enrolaron casi sin instrucción militar y deficiente armamento, para ir y emular al teniente héroe.
Don Francisco Encina, gran historiador chileno, opinó: después de este episodio bélico del 21 de Mayo de 1879, la guerra sólo fue una carnicería inútil, el destino de esta, se habría definido allí.