Por Luis Sagüés Garay
Chile, después de 50 años de tesonero esfuerzo y sostenido progreso, logró con una base sólida en medidas legales, alzarse desde el último lugar de América morena al primero. En todo orden de cosas, desde los años 70 del siglo XX.
Hoy, virtualmente demolido por la politiquería irresponsable, que quiere transformarnos en un nación pobre, mendicante y esclava, como todas las que han adoptado la consigna marxista.
Este gobierno ha impulsado desde su campaña electoral, todo tipo de ideas que evidentemente conducen - y la experiencia empírica lo demuestra - al derrumbe de todos los logros alcanzados.
Quiere demoler el modelo económico que nos ha dado los años más virtuosos de nuestra historia.
Quiere destruir la institucionalidad policial, refundando el cuerpo de Carabineros que se conoce en el mundo entero, como uno de los más eficientes y profesionales.
Ha destruido la educación una de las mejores del continente americano, - especialmente la pública o estatal- demoliendo los principios y valores, que le dieron gran prestigio. Reemplazándolos por “los pilares educativos” para modificar la exitosa receta de los liceos Bicentenario.
Ha destruido un sistema de salud, que había proporcionado al menos a un 30% de la población, un servicio bien evaluado por los propios usuarios. Queriéndolo pasar al sistema público, que, a pesar de los ingentes mejoramientos en sus presupuestos en los últimos años, muestra listas de espera interminables. Con índices de mortalidad de 30.000 pacientes en el último año.
En su campaña para demoler el sistema económico de libre emprendimiento, que ha tenido un éxito inusitado, ha comenzado por desincentivar la inversión, pilar fundamental para el indispensable crecimiento. Más de 60.000 millones de $US han emigrado del país en estos dos años. Los capitales producto de esta campaña destructiva del modelo, se han ido a otros países que dan seguridad de respetar la propiedad de los mismos.
Esto ha producido una contracción en la actividad económica. La construcción motora del crecimiento, se ha paralizado en un 50%, lo que se traduce en una cesantía de 800.000 personas. Que pasan directamente a la pobreza.
El sistema de capitalización individual, malamente llamado de AFP, se ha vulnerado seriamente, destruyendo su objetivo inicial. Que eran pensiones para los trabajadores, después que sus ahorros perfectamente custodiados e incrementados por una inteligente forma de inversión, se acumulaban convenientemente, en sus cuentas personales. Sin que, en los 40 años de ejercicio, se haya perdido un peso de sus cotizante.
Y como epílogo trágico. la delincuencia azuzada por el propio actual presidente en su campaña a la primera magistratura, ha superado todos los índices conocidos. Estimulada por una serie de medidas conducentes a ello. Vamos a impulsar la revolución utilizando a los delincuentes como aliados, era una de las propuestas que hacía el candidato Boric, en su campaña. Todo lo anterior apoyado por una irresponsable y nefasta política de inmigración de extranjeros indocumentados, y muchos de ellos ex convictos en sus países. O indultados, con el compromiso de salir de estos, con destino a Chile.
Se sostiene lo anterior, en una pérdida de la autoridad policial, especialmente de Carabineros, que son impedidos de utilizar sus armas de servicio, para controlar y reducir a los delincuentes.
Otro producto de este desgobierno es la corrupción, que se ha enseñoreado, en la administración pública, facilitada por un sistema judicial laxo, en cuanto a la persecución de los antisociales y muy cuidadoso con las garantías de estos.
Hoy tenemos un país, paralizado económicamente, aterrorizado por la delincuencia y el terrorismo, enfermo, empobrecido, ignorante, corrompido, y con un norte muy incierto.