Por Luis Sagüés Garay
Un caos mental, la ciudadanía enfrentada a un dilema artificial, creado por los políticos que han puesto en primer lugar, lo que a la gran multitud, no le interesa para nada.
Cuando en todas las encuestas de opinión, solicitaban pronunciarse sobre qué era lo que a los chilenos les importaba y creían fundamental para conseguir una vida más satisfactoria y tranquila, respondían: terminar con la delincuencia, mejorar las pensiones para aquellos que tenían ingresos absolutamente insuficientes para satisfacer sus más mínimas necesidades, mejorar sustancialmente la salud pública estatal , terminando por ejemplo con las eternas listas de espera en los hospitales, incluso para aquellos enfermos graves. Solucionar el tremendo flagelo de la cesantía, controlar la inflación, resolver el dramático problema de la vivienda para miles de familias jóvenes, mejorar la educación estatal.
Era consenso público, que en nada resolvía estos domésticos problemas, hacer una nueva Constitución. Todos ellos eran resueltos con una mejor recaudación de tributos, logrando un crecimiento importante del producto geográfico bruto (PIB), un cuidado esmerado de estos recursos públicos, y un uso focalizado de los mismos, en precisamente estas necesidades manifestadas muchas veces por la ciudadanía.
¿Pero en que nos hemos enfrascado? Por resolución de la elite política, en cambiar una Constitución que ha producido los 30 años más prósperos de nuestra historia, permitiendo salir de la pobreza a millones de chilenos, homogeneizar al país con una pujante y mayoritaria clase media, pasar de 60.000 alumnos en la universidad en los años 70 a 1.200.000 en la actualidad, derrotar el analfabetismo, superar 10 centímetros en promedio, la estatura de los chilenos.
Además permitió que una gran mayoría tenga casa propia, un vehículo, y muchos de ellos una segunda casa en la costa.
También televisión con un sin número de canales, internet, teléfono, luz eléctrica, agua potable, alcantarillado, el descenso vertical de la de la desnutrición, y de la mortalidad infantil. Una red de carreteras y aeropuertos que ha conectado hasta los lugares más remotos del territorio.
De un país importador de alimentos, pasamos a uno que se precia de ser -reconocidamente - una potencia alimentaria mundial.
Una mayoría de chilenos ha salido al extranjero y tuvimos antes de estos últimos años, el reconocimiento internacional de ser “los jaguares de Sudamérica”. Dos veces campeones de la copa América, ganándole a los imbatibles campeones del mundo. Un país próspero cuya Carta Fundamental (la actual vigente) poniendo énfasis en lo prioritario y urgente, ha permitido este verdadero milagro chileno.
Pasamos de ser el último país de América Morena, en todos índices de desarrollo en los años 70 del siglo XX, - junto a Haití- a ser el primero, cercano a países desarrollados de Europa.
La pregunta que debe resolver la ciudadanía es: ¿Se justifica este tremendo terremoto político, que ha paralizado el país por cambiar la Constitución más exitosa que ha tenido chile?
¿O es mejor mantenerla?
Y así seguir por la senda del progreso, resolviendo todos los problemas que aún nos aquejan y para lo cual esta, ha demostrado tener capacidad y competencia probada.