Recopilación de Juan Pablo Morales Farfán


Registro aportado por Juana Cerda Saavedra. Texto original publicado en el año 1983.

Victoria y Juana Saavedra forman el dúo más popular y auténtico de música folklórica curacavinana. Nada menos que Raquel Barros las eligió para la grabación de un LP editado por la Universidad de Chile, que recopiló varios temas autóctonos chilenos. El nombre del dúo fue tomado de un apodo puesto a su padre cuando niño.

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"Es un lugar muy bonito, se llama Curacaví, de todas partes va gente a visitar sus paisajes...", canta el dúo al son de la guitarra bien tocada y con puras voces de campo. Y sigue la tonada haciendo geografía de la tierra, perfilando a los huasos del lugar, retratando a esas niñas morenas de trenzas, hablando del río Puangue. Y las cantoras le ponen sabor y color al final es su pueblo, es la cuna que les meció la infancia, la adolescencia, la vida entera hasta ahora... Ellas son "Las Poncho Alegre", es decir la Toyita y la Juanita Saavedra Pino. Las folkloristas de Curacaví, las hermanas que recogen melodiosamente todas las características campesinas, que rescatan del olvido y de la indiferencia cualquier detalle rural, como esos casorios de mozuelos tímidos que se miran de reojo cuando bailan, esas fiestas dieciocheras que se prolongan en el tiempo, en el alcohol y en la comida o esas viejitas de pelo cano que "pelan" tomando mate y comiendo sopaipillas alrededor de un brasero. También hay versos para el paisaje, el cielo azulito, los quillayes, los maquis y los aromos. Bueno, el campo es tan acaudalado, tan justa fuente de inspiración, que vale la pena recopilar sus riquezas, más aún si se hace por cariño y por dejar aflorar una incontenible vena artística.

Allí están "Las Poncho Alegre", en su casa ensayando, afinando el instrumento, preparando sus gargantas, porque pronto tendrán que ir a animar otra ceremonia oficial o fiesta local: "Nos llaman para todo, es que somos las únicas que cantamos por aquí y como hacemos folklore, con mayor razón", comenta una de ellas, la Toyita, quien además es la que lleva la "batuta" del par, es la de la primera voz y la guitarrera: "Pero puedo hacer las dos voces, en cambio mi hermana no hay caso, está demasiado acostumbrada a la segunda, si se sale desafina", explica anotando la seguridad en sí misma que posee. De inmediato interviene la Juanita: "La pura verdad, yo no puedo cambiar de tono; no sé, es como que no me sale y lo otro es que yo no le puedo rasquear las cuerdas, nunca he podido tocar instrumentos", cuenta un tanto avergonzada, dejando entrever su timidez como de jovencita acobardada: Da la impresión de que para todo es así, se pone nerviosa al enfrentar a las personas que desconoce y para qué decir en situaciones especiales como actuaciones:

"Uy, si esa vez que fuimos al Estadio Chile, hace un montón de años, a un festival, yo parece que me moría, tiritaba entera, como sería que tuve que tomarme unos alivioles para calmarme y poder salir al escenario", dice, mientras su hermana se apresura a agregar: "La Juanita se pone más nerviosa que yo, pero esa vez en todo caso nos secamos el cuarto lugar entre como veinte conjuntos", cuenta y asegura que el jurado era además muy idóneo, ya que estaba formado por destacados folkloristas nacionales.

DE DONDE VIENE ESE PONCHO ALEGRE

Aunque sin duda lo que más ha pesado en la carrera artística de Juana y Victoria Saavedra, es la grabación de un LP editado como hace más de veinte años por la Universidad de Chile, en el que ellas cooperaron con la tonada a los novios: "En esa oportunidad nos ubicó la señora Raquel Barros y nos incluyó en la recopilación, mi mamita estaba todavía viva y ella eligió los "parabienes" que se grabaron", relata Toyita emocionada. Y terminaron de "agarrar vuelo" cuando estuvieron y ganaron el Primer "Festival de la Chicha", allá mismo, en Curacaví. Era en el año 69, aún no se habían autobautizado como "Las Poncho Alegre", usaban sólo sus nombres originales. Pero el enorme cariño y la gran admiración de su progenitor las hizo llamarse como hoy: "Resulta que mi papá era estupendo bailarín y siempre se lucía en las fiestas por ahí y a él le decían el "Poncho Alegre", porque cuando era chico como a los diez años, se puso a bailar cueca y de todo en una fonda. Entonces alguien le armó un poncho con un saco y se lo pusieron, él siguió zapateando con más ganas todavía. Todos los que lo miraban decían, ¿cómo le podemos poner a este cabro?, el poncho que vuela, el poncho que canta, el poncho alegre... Y así quedó para siempre", relata la Toyita, con las constantes intervenciones de la Juanita, que también colabora en el cuento, matizándolo con sus risas y sus frases recordatorias. El dueño del famoso poncho y de las cualidades para la danza se llamaba Benedicto Saavedra Plaza y junto a su esposa fueron los "culpables" de que entre sus nueve hijos (dos vivas solamente), salieron a estas dos fanáticas del canto. "Cantábamos desde chiquititas, mi mamá nos acompañaba con la guitarra o con el arpa", acotan. "Yo a los diez años fui a la Radio Pacífico a un programa con público, me fue muy bien. Después estuve en las emisoras "El Mercurio", "Hucke", "Cervantes y Cooperativa Vitalicia", todas esas existían por aquellos años, uno de los espacios me acuerdo que era el "Postal Telegráfico" y la persona que nos enseñó, ya más grandes, a vocalizar fue doña Cora Santa Cruz", agrega la Toyita, quien siente verdadera pasión por lo que cultiva y en estos momentos le hace empeño para que dos de sus siete nietos, esas niñitas que se nota que tienen facilidad, sigan sus pasos. En tanto la Juanita: "Nunca me ha dicho Juana, ni siquiera mi marido", acota, quedó viuda hace poco, fue madre de siete y hoy la rodean 20 nietos: "sólo uno de mis hijos canta y toca instrumentos, entre mis nietos también hay algunos, lo malo es que ninguno se dedica, todo los hacen de vez en cuando no más", reclama al tiempo que recuerda con un pequeño consentimiento el machismo de su esposo: "No me dejaban cantar cuando me lo pedían por ahí, pero me insistía que lo hiciera las veces que él estaba de humor, ahí yo me enojaba y no le hacía caso, me escapaba, aunque nos saliera pelea", cuenta muy seria. "Las Poncho Alegre" viven un poco distante una de la otra, ambas en la comuna de Curacaví, sus casas están repletas de toques campesinos igual que ellas mismas. Son rurales, auténticas, por ello sus cuecas y tonadas propias y cualquier interpretación que hagan, tiene el incalculable valor de la pureza. Tal vez a eso se deba que todos los domingos en "Qué lindo es Chile", espacio de Radio Minería, la voz de Raúl Palma anuncia las canciones de "Las Poncho Alegre", plasmadas en urbanos cassettes. Y quizás por eso también es que las van a buscar de la municipalidad, de las fiestas, de los bautizos, de las fondas, de los matrimonios, y de todas partes.