Durante esta semana, se conmemoran tres episodios históricos muy importantes, y por lo mismo casi olvidados, o encubiertos por el tráfago vertiginoso de los asuntos contingentes, o casi sinónimos, escándalos políticos.

Por Luis Sagüés Garay
Un 12 de febrero de 1541, el capitán don Pedro de Valdivia, junto al Alarife Gamboa, fijaba los límites y dimensiones de las calles de la naciente ciudad de Santiago del nuevo Extremo. Con detallada precisión, siguiendo instrucciones provenientes del propio Carlos l de España o Carlos V de Alemania, que ordenaba diseñar las calles y manzanas en un plano cuadriculado, en que cada cuadrícula era un solar con dimensiones de ciento treinta y ocho varas de longitud, separadas por calles de doce varas de ancho. Es lo que tiene Santiago hoy, y gran parte de las ciudades de Chile. Esto que nos parece algo intrascendente, fue una revolución para su época. Las manzanas y calles en La España de aquel tiempo y que se mantienen hasta hoy, eran muy estrechas, situación que habían observado los urbanistas del Rey, quienes tomaron las precauciones para la empresa del poblamiento americano. En España, los incendios, en ciudades donde las calles eran tan estrechas, se hacían casi imparables. Es posible ver que lo vecinos de los pisos superiores casi pueden darse la mano de balcón a ventana. Esto tenían enormes riesgos como el comentado, además de poner gran dificultad para el acceso de ambulancias. Existiendo la imposibilidad de aislar las residencias, cuando una peste o enfermedad contagiosa, se apoderaba de las urbes.
Valdivia muy obediente y visionario, -a él le había tocado ver personalmente- estas deficiencias de las ciudades españolas.
Los dos brazos del Mapocho incluyendo en el centro el cerro huelen, otorgaban agua limpia para la bebida y riego, además un entorno bello y acogedor. La majestuosidad de los montes cordilleranos casi siempre nevados en esta época estival, otorgaba a la distancia, un escenario imponente.
Que mejor escenario para formar una nueva raza mestiza, con españoles y aborígenes.

Otro 12 de febrero ahora de 1817, El -en aquel entonces- coronel Bernardo O´Higgins Riquelme, a la cabeza de los hombres de su división y despreciando las balas realistas, embiste al ejército español en Chacabuco. Una gloria que, al patriota, distingue como corona, en su pasión de ver libre a Chile. O´Higgins soñó durante casi tres años, con este momento. Cuando después de la terrible derrota en Rancagua, y de un tortuoso exilio en Mendoza, podía “con sus cabellos por casco y su pecho por coraza”, desafiando a la muerte, liberar a su patria del yugo realista.

Este episodio tan olvidado ha sido considerado como uno de los hitos trascendentales en la independencia americana. Comparable con la batalla de Maipo, Junín y Ayacucho en 

Créditos Fotografía: Miradas