Por Luis Sagüés Garay
La navidad es la fiesta más trascendente del mundo occidental, es el nacimiento del Mesías que viene a redimir al mundo y liberarlo de la maldad. Despertarlo de un largo sueño que se vivía en ese entonces, inmerso en un materialismo pagano, que ofrecía una vida terrena que solo podían disfrutar los que poseían los privilegios suficientes para ello. La llegada de Jesús cambia el paradigma por una oferta esperanzadora para todos los hombres de buena voluntad, que quieran segur sus enseñanzas. Hasta el momento el judaísmo entregaba un mensaje muy acotado al mundo judío. Jesús abre este mensaje y lo universaliza incluyendo a todos los que quieran seguir las enseñanzas del Padre. Uno de sus grandes aportes consiste en lo inclusivo de la doctrina. Todos somos hijos de Dios, situación que se materializa con el bautismo. El crimen que puede ser ejercido por los que ostentan poder, es un pecado mortal para el cristiano, la crítica fácil es rechazada por una auto censura “el que está libre de pecado que lance la primera piedra”. Toda la venida de Jesús está rodeada de misterios difíciles de comprender. La concepción virginal de María. La Paternidad Divina de Jesús, su condición de Dios hecho hombre, los milagros, su resurrección posterior a su crucifixión, todo desafía la razón humana.
Todos estamos invitados a la eternidad, pero no todos son merecedores de esta. Señor que puedo hacer para merecer el cielo, pregunta un seguidor de Jesús: muy sencillo, contesta el Maestro, cumplir con la ley de Dios. Estas fueron entregada a Moisés en el Monte Sinaí, aproximadamente 10 mil años antes de la venida del Salvador.
El mundo se debate hoy en una lucha entre el bien y el mal, la esperanza redentora del mesías que nace con nueva fuerza cada 24 de diciembre y el mezquino hedonismo materialista sin futuro.
Jesús nos enseña claramente, cuál debe ser nuestra elección.