Recopilación de Juan Pablo
Morales Farfán.
Colaboración de Moisés Segundo Saavedra González.
Contenido periodístico original de El Diario de Curacaví
Fotografía portada: Semanario Buenos Días Curacaví, Edición 396. Fotografía interior, Moisés Saavedra (bisnieto de Eulogio Saavedra)

Dentro de la familia de Eulogio Saavedra Negrete —participante destacado del Combate de Sangrar— sobreviven recuerdos transmitidos de generación en generación, con emoción y orgullo. Moisés Segundo Saavedra González, uno de sus descendientes, ha rescatado parte de esa memoria oral, entre ellas, una historia que estremece por su humanidad: la del quepí.
Aquel gorro militar acompañó a Eulogio en los días más duros del combate en tierras peruanas. Allí guardó sus miedos, su coraje, y quizá hasta sus últimas plegarias. Al regresar a la patria —envuelto en la emoción del deber cumplido y la bandera nacional apretada al pecho— trajo consigo ese quepí marcado para siempre por la guerra. En él, un orificio de bala enemiga daba testimonio mudo del peligro enfrentado y la vida salvada por centímetros.
Otro de los recuerdos imborrables está ligado a la medalla de honor entregada a los sobrevivientes de la Guerra del Pacífico. Si bien en 1910 se promulgó una ley para reconocer a quienes participaron en la Batalla de Sangrar, no fue sino hasta 1921 —en el marco del Centenario de Chile— que se materializó la entrega de medallas de oro a los veteranos. Eulogio Saavedra, curacavinano de nacimiento, fue uno de los condecorados. Se presume que aquella medalla lo acompañó hasta su última morada, como testimonio de una vida marcada por el sacrificio y la entrega.
Una vida cruzada por la guerra y el dolor.
Más allá del uniforme y las medallas, la vida de Eulogio Saavedra estuvo atravesada por las pérdidas y las luchas cotidianas. Nació en Curacaví en 1860. Fue el quinto de nueve hijos nacidos del matrimonio entre Alejandro Saavedra Carrasco y Flora Negrete Figueroa, quienes se casaron el 14 de abril de 1845. En su infancia convivió con sus hermanos Ascensión, Higinio, Benjamín, David, Jorge María, Adelaida, y las gemelas Florinda y Celinda.
Su madre falleció en 1887 víctima de una epidemia de cólera. Tres años más tarde, su padre volvió a casarse con Sofía Matorra Arancibia, con quien tuvo tres hijos más: Sofía del Carmen, Vicente y Lindor, medio hermanos de Eulogio. Alejandro falleció en 1898 por una hemorragia cerebral.
Eulogio contrajo primeras nupcias con Clarisa Briceño Parraguez el 5 de noviembre de 1887. Su primer hijo, Eulogio Enrique Andrés, nació en 1888 pero falleció a los diez meses por meningitis y tuberculosis. Clarisa también murió joven, en 1890, a causa de la misma enfermedad, dejando a Eulogio viudo.
Años después, el 2 de mayo de 1901, volvió a casarse, esta vez con María Mercedes Negrete. Tuvieron cuatro hijos, de los cuales solo uno sobrevivió hasta la adultez: Eduardo Saavedra Negrete, nacido en 1906. Fue él quien perpetuó la descendencia del veterano. El resto de sus hijos —dos llamados Eulogio Segundo— fallecieron en la infancia, mientras que Enrique, su primogénito, murió a los 20 años.
Eulogio Saavedra Negrete falleció a los 66 años, el 3 de diciembre de 1926, producto de un accidente doméstico. Se cree que cayó desde una silla o escalera, aunque no está claro si ocurrió en Santiago o en Curacaví.
Una calle que casi lo olvida:
Con los años, la memoria de Eulogio quedó plasmada también en el trazado del pueblo. En 1928, la Municipalidad de Curacaví decidió nombrar una calle en su honor. Sin embargo, por motivos que se desconocen, con el tiempo esa calle comenzó a ser identificada como Francisco Saavedra, nombre que conserva hasta hoy.
Así, la historia de este curacavinano se perdió parcialmente entre documentos, relatos orales y esquinas sin nombre. Hoy, al recordarla, no se trata de glorificar la guerra, sino de reconocer las huellas que dejó en las familias de esta tierra. Huellas silenciosas, a veces casi borradas, pero que siguen formando parte de lo que somos.